No hay espadas de rubí, te lo aseguro, que puedan cubrir mi desencanto.
Ha de venir en canto rodado, suprimiendo la llanura, tal como lo hicieron circunspectos espartanos.
No les debo nada y ellos no me deben nada que no sea traición. Laberintos para despegar de todo lo terreno.
Avizoro el tornado escurriéndose sobre las cabezas aladas que han abandonado sus estancias. Es una gran gelatina morada que ahuyenta los miedos que las siluetas vacías generan desde el horizonte.
Busco piedad en mí y no me encuentro. Solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario